Testimonio de Rocío. 51 años. Tuvo cáncer de colon hace unos años, y recientemente, mieloma múltiple.
Lo que me gusta de Kālida es que aquí sientes que puedes ser parte activa durante tu enfermedad y tratamiento. Que hay muchas cosas que puedes hacer para estar mejor y seguir sintiéndote bien contigo misma, seguir siendo la que eras.
Mi primer contacto fue con Sara. Pensé “qué fácil que lo tengo…puedo venir sin citas, sin historias”. Estaba en un momento en que sabía que tenía que “ponerme las pilas” para que no me diera un bajón. Vine con mi hija, y a ella le hizo muy bien saber que ella también puede venir y recibir apoyo si lo necesita. Yo no tengo familia aquí, y saber que ya no depende sólo de mí, que no voy a estar sola, me ayuda mucho. En cuanto vine me di cuenta de que me haría bien compartir y no estar sola.
En el taller de nutrición “Comer sano” refresqué conceptos sobre cómo alimentarme bien y por otra parte, me aportó herramientas para gestionar los efectos secundarios del tratamiento. Ya antes de empezar la quimioterapia andaba con unos pistachos en mi bolso, para tener a mano por si sentía sabor metálico.
La relajación me ha ido muy bien. Yo soy un terremoto… así es que me va muy bien, al menos durante 1 hora a la semana, parar, dedicarme un tiempo, y sólo pensar en respirar. Me ha servido para no anticiparme tanto gestionar mis pensamientos.
El taller de cuidado de la piel y las mucosas me sirvió para tomar conciencia de que el tratamiento puede afectar tanto la piel como el pelo, las mucosas, las uñas, el cuero cabelludo… y fue positivo sentir que alguien te abre los ojos y te dice “no te quedes ahí; hay mucho que puedes hacer”.
Cuando me hicieron el autotransplante de médula, casi no tuve efectos secundarios. Pero llegué a ese momento tranquila, porque me sentía preparada.