Soy Albert y, al igual que Rosy hizo hace unos días, hoy quiero compartir contigo mi historia de vida y mi vínculo con Kālida.
En 2017, cuando todavía Kālida no era Kālida como la entendemos ahora, llegué por primera vez. Apenas empezaba la actividad en un espacio cedido por la Fundación del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau. El centro Kālida todavía no estaba ni en construcción.
Me encontraba en pleno tratamiento de quimioterapia, en el mismo Hospital de Sant Pau, por un cáncer de páncreas con pronóstico grave.
Comuniqué a mi oncóloga la preocupación y la angustia que esto me generaba, sobre todo en mi relación con familiares y cuidadores. Ella fue quien me sugirió que me acercara a Kālida, donde Sara, psicooncóloga y ahora coordinadora deKālida Sant Pau, me propuso participar en un grupo de apoyo emocional.
Así empecé.
Kālida se iba poniendo en marcha e iban organizando nuevas actividades y cursos: “Vivir bien con estrés”, los talleres de nutrición “Comer sano”, Relajación, etc.
Yo iba participando y adquiriendo nuevas herramientas para gestionar el cambio emocional y físico que supone padecer la enfermedad y las consecuencias de los tratamientos; y
a la vez, recomponiendo con energía la vida y la relación con los amigos, familiares y compañeros,
adaptándome a esta nueva situación que te hace cambiar como persona de forma radical.
A mí conocer a Kālida me hizo cambiar muchísimo la perspectiva sobre la enfermedad.
Ya con Kàlida Sant Pau construido, siempre he pensado que poner disposición de las personas que padecen cáncer
un espacioacogedor, que inspira paz,
tan cerca del frío mármol de las salas donde recibes la atención clínica, me ayudó muchísimo.
También, la atención del equipo asistencial y de los voluntarios que con una delicadeza extrema te acompañan en tus duelos, hicieron que
mi vida mejorase de manera sustancial.
Es tanto lo que me ha aportadoKālida durante mi proceso vital, que siempre he tenido claro que quería colaborar económicamente.
Sin embargo, por la situación personal, laboral o un largo etcétera de motivos a menudo no es posible. Era lo que me ocurría a mí entonces.
Siempre ha sido un camino para poder devolver parte de lo que Kālida siempre me ha dado, como una cadena de favores.
Personalmente, disfruto mucho sintiendo que contribuyo a hacer crecer este gran proyecto.
Es bonito y reconfortante sentirse parte de un proyecto con la solidez de Kálida, sabedor de la ayuda que reciben las personas nada más entrar por la puerta
El retorno personal que siento haciendo mis pequeñas aportaciones, sabiendo que hacen que muchas personas puedan ser acompañadas gratuitamente cuando lo necesitan, me hace sentir parte de esta comunidad.
Ya para terminar, quiero hablarte de mi amigo Alberto, residente en México, que por desgracia perdió por el cáncer padre y madre. Él siempre me dice “qué bueno que ustedes tengan esa posibilidad –en referencia a Kālida–. En nuestro país no disponemos de nada parecido y sin dudar aparte de la clínica, el cuidado físico y mental ayudan muchísimo a sobrellevar la enfermedad”
Esto me hace pensar en la suerte que tenemos, las personas en proceso oncológico, de tener un espacio como Kālida que nos “salva” en tantos momentos, sobre todo emocionalmente
Gracias por dedicar unos minutos de tu día a leerme.
PD1: Si ya has hecho tu donativo: Muchas gracias. Si no, todavía estás a tiempo. En ambos casos, a partir del jueves podrás seguir leyendo las historias de Gloria, de Cándida y del equipo asistencial de Kālida. Te animo a conocerlas, también.