A la vivencia del cáncer se le asocian varias alteraciones físicas, fruto de la propia enfermedad o de los medicamentos que se prescriben para tratarla, desde los tobillos hinchados por el cáncer, hasta las náuseas, entre otros problemas. Estos llamados efectos secundarios no siempre se producen pero cuando aparecen se pueden abordar para mitigar o evitarlos.
En esta sección, encontrarás información sobre los problemas intestinales, las náuseas, el dolor, el impacto del sol y el tratamiento de la piel, la falta de aire, los cambios en el peso, el linfedema, los pies hinchados por el cáncer, las posibles infecciones que pueden aparecer, como cuidar de la boca, los posibles daños en el sistema nervioso y la caída del cabello y cuidado del cuero cabelludo.
Los efectos secundarios más habituales
Los contenidos de esta sección están pensados para transmitirte de forma sencilla y comprensible los efectos secundarios más comunes que se asocian con el cáncer y su tratamiento. De todos modos, recuerda que la información más precisa y cuidadosa siempre la tendrá el equipo de profesionales sanitarios que te atiende a ti o a la persona de tu entorno que esté afectada por la enfermedad.
Los problemas intestinales son comunes en personas con cáncer por la enfermedad en sí, los efectos secundarios del tratamiento o los medicamentos. El estrés, la ansiedad y la depresión también afectan el intestino.
Los más comunes son el estreñimiento y la diarrea, cuando tus hábitos intestinales cambian y los síntomas son incómodos. También puedes sentir dolor, calambres o hinchazón y perder el apetito. En ocasiones se da una obstrucción intestinal (bloqueo), dificultades en el estómago o ileostomía.
Existen varias estrategias de alivio. En esta página encontrarás más información sobre los problemas intestinales y cómo controlar los síntomas durante y después del proceso oncológico.
Problemas intestinales
La quimioterapia, la radioterapia y la cirugía modifican temporalmente la función intestinal. Los medicamentos, la inactividad y un cambio en la ingesta de alimentos pueden agravar el problema. Además, las infecciones pueden provocar diarrea. Como las deposiciones normales varían en cada persona, lo que cuenta es aquello que es normal para ti.
El estreñimiento ocurre cuando es difícil vaciar los intestinos y las heces son secas y duras. Es posible que te sientas hinchado e incómodo, y te resulte doloroso evacuar.
La diarrea es cuando las heces se vuelven blandas y acuosas. Si estás evacuando con frecuencia, más de tres veces al día se puede clasificar como diarrea. A menudo se acompaña de calambres, ventosidad y malestar.
Si detectas cambios en tus hábitos intestinales, analiza tus inquietudes con el médico y el equipo del hospital, ayudándoles a clasificar los síntomas y a prevenir los problemas. (Si tienes una ileostomía, es posible que necesites un consejo específico).
Control del estreñimiento
El estreñimiento es incómodo y puede acumularse gradualmente. El equipo médico te debe explicar si puede ocurrir y qué puedes hacer para prevenir y controlar el problema. Algunas sugerencias para mitigarlo:
- Toma ablandadores de heces y/o laxantes siempre bajo recomendación del médico.
- Bebe muchos líquidos, hasta ocho vasos de agua al día para mantener las heces blandas.
- Intenta realizar un poco de ejercicio ligero para que el intestino funcione de manera suave.
- Sigue una dieta alta en fibra. Por ejemplo: cereales integrales, panes, arroz y pastas integrales, , frutas y verduras con cáscara. En cualquier caso, consulta siempre con tu equipo de atención médica si es adecuado para ti, porque en algunos casos concretos no se recomienda una dieta alta en fibra.
- Come a la misma hora. Las comidas regulares ayudan a restaurar un hábito intestinal normal.
- También es útil tomarse el tiempo necesario para ir al baño, sin esforzarse ni apresurarse.
Si los síntomas persisten, informa al médico, ya que el estreñimiento puede causar complicaciones. El intestino puede verse afectado (bloqueado por heces duras) y, a veces, es un síntoma de otros problemas relacionados con el cáncer.
Control de la diarrea
A veces, la diarrea puede resultar más angustiosa que el estreñimiento. A la necesidad de ir recurrentemente al baño se añade el malestar general. En otras ocasiones es un efecto secundario leve y temporal. No lo debes ignorar, puede provocar deshidratación y otros problemas relacionados. Por normal general, te pueden ser útiles estos consejos:
- Solicita y toma cualquier medicamento para aliviar la diarrea, según lo prescrito por el médico. También te pueden recetar pastillas para aliviar el dolor y los calambres, si son muy incómodos.
- Bebe muchos líquidos. Lo ideal, ocho vasos de agua al día para mantenerte hidratado.
- Consume solo comidas ligeras, evita los alimentos ricos en fibra y grasas, la cafeína y los lácteos.
- Trata de comer pequeñas cantidades, poco y con frecuencia, en lugar de una comida abundante. Los alimentos que aumentan el volumen de las heces son arroz, pasta, patatas sin piel, pan blanco, plátanos, pollo y pescado.
- Si tu temperatura es más alta de lo normal, en las deposiciones hay sangre, son alquitranadas o la diarrea es cada vez más frecuente (4 a 6 veces al día o más), informa al médico de inmediato.
Las náuseas y los vómitos son los efectos secundarios que la mayoría asocia con el proceso oncológico, especialmente con medicamentos de quimioterapia específicos y la radioterapia en el cerebro o el abdomen (barriga). Otros tratamientos, incluida la terapia hormonal, los bisfosfonatos, las terapias biológicas y los analgésicos causan náuseas leves, que generalmente se controlan o desaparecen con el tiempo.
Controlar las náuseas
Los medicamentos antieméticos recetados por el equipo del hospital o el médico de cabecera son una estrategia para sentirse menos mareado. Además, te proponemos estas pautas:
· Informa al equipo médico si te sientes o estás mal para que valore un cambio en la medicación, investigue otras posibles causas y se asegure de que bebes suficientes líquidos, algo especialmente importante durante el tratamiento.
· Toma el medicamento contra náuseas y vómitos según lo recetado e informa al equipo de atención médica si no está funcionando para que puedas probar algo diferente.
· Toma el medicamento contra las náuseas 30 minutos antes de la hora de comer.
· Consume comidas ligeras y poca cantidad durante el día, especialmente cuando haces los tratamientos de quimioterapia.
· Come despacio y mastica bien los alimentos para facilitar la digestión.
· Come alimentos frescos, suaves y reconfortantes hasta que veas cómo te sientan.
· Come tostadas, galletas saladas y cereales para calmar el estómago.
· Bebe líquidos después de las comidas, nunca durante, para evitar sentirte lleno.
· Prueba técnicas de relajación y respiración lenta y profunda cuando te sientas mal.
· Consume alimentos fríos o alimentos del congelador que solo necesitan calentarse si el olor a comida te revuelve el estómago.
· Si es posible, deja que otra persona cocine.
· Toma alimentos que contengan jengibre, como té o galletas.
· Bebe (moderadamente) bebidas gaseosas.
· Bebe té de menta o mastica menta.
· Pregunta a tu equipo de atención médica sobre el uso de bandas de mar.
También hay cosas que debes evitar si sufres náuseas y vómitos:
· No esperes hasta sentirte mal antes de empeza a tomar medicamentos contra el malestar.
· Lugares con humo u otros olores fuertes.
· Perfumes fuertes o productos para después del afeitado (aftershave, en inglés).
· Comer tus comidas favoritas cuando te sientes mal.
· Comer o preparar alimentos cuando te sientes enfermo.
· Beber al mismo tiempo que comer.
· Alimentos fritos, dulces y/o picantes.
· Zumo de naranja o pomelo que puede irritarte el estómago.
Es posible que te sientas aislado y de mal humor: las náuseas son un recordatorio físico de lo que te sucede y son difíciles de controlar. Puedes visitar Kālida, unirte a nuestro foro virtual para hablar con nuestros profesionales sobre los síntomas que experimentas, y obtener apoyo y asesoramiento. Los ejercicios de relajación ayudan a aliviar las náuseas y conocerás a otros pacientes oncológicos que comprenden cómo te sientes.
Cuándo buscar consejo médico
Cuando tengas dudas o preguntas es importante buscar consejo médico, a través de los médicos del hospital, el equipo de oncología, la enfermera especializada o el de cabecera.
· Si vomitas y no puedes retener los medicamentos recetados o los líquidos, es posible que no recibas el tratamiento que necesitas o te estés deshidratando.
· Si los vómitos son violentos, estás enfermo por más de uno o dos días o si las náuseas y vómitos son un síntoma nuevo.
· Tienes fiebre y/o malestar general.
Si anotas los síntomas y cualquier cosa que los mejore o empeore, podrás discutirlo con el equipo médico del hospital / médico de cabecera / enfermera especializada.
El dolor no afecta a todas las personas con cáncer, pero es un síntoma que preocupa a la mayoría. Es una sensación física desagradable consecuencia de la enfermedad y, a veces, efecto secundario del tratamiento.
Esta página facilita información sobre las formas de controlar el dolor durante y después del tratamiento.
Su origen depende de dónde está el cáncer y a qué partes del cuerpo afecta. También hay molestias no relacionadas con la enfermedad que ocurren durante el proceso oncológico y generan ansiedad.
Los tratamientos a veces dan malestar. Por ejemplo, la cirugía genera dolor posoperatorio temporal y alguna quimioterapia, lo desencadena en los nervios (neuropatía).
El mal puede empeorar si estás ansioso, estresado o de mal humor. Es posible que lo soportes y sea difícil hablar de él. Aún así, informa a tu equipo de atención médica para que te ayude a aliviar los síntomas. Casi todas las molestias relacionadas con el cáncer se tratan de manera eficaz con una variedad de estrategias disponibles.
Describir el dolor
El dolor es difícil de especificar a los demás. Piensa en los siguientes factores:
· ¿Cómo es de intenso? Es posible que debas calificarlo en una escala de 0 a 10, siendo 0 sin dolor y 10 el peor que hayas sentido.
· ¿Con qué frecuencia lo sientes, durante cuánto tiempo y en qué momento del día suele ser menos o más intenso?
· ¿Está localizado en un punto o en varios? ¿Puedes señalar dónde lo tienes?
· Trata de describir el dolor: ¿es ardiente, agudo, punzante o tienes más de uno?
· ¿Qué mejora o empeora el dolor? Por ejemplo, ¿en movimiento, en reposo, de pie, sentado?
Gestión del dolor
En la última década se han realizado avances significativos para prevenir, controlar y aliviar por completo el dolor de las personas con cáncer. La mayoría recibe tratamiento con medicamentos, pero otras opciones incluyen cirugía, radioterapia o neurocirugía.
Cuando se identifica qué causa el dolor, hay que elegir la opción correcta. Puede haber un período de prueba y error mientras se encuentra el fármaco y la dosis adecuados. Los analgésicos se administran en forma de píldoras, líquidos, supositorios, parches para la piel, pastillas o inyecciones.
Para el dolor leve suele ser suficiente una dosis de aspirina, paracetamol o ibuprofeno. Consulta con el equipo de atención médica antes de tomar cualquier medicamento, porque puede interactuar con cualquier tratamiento contra el cáncer.
Si el dolor no se alivia con fármacos de venta libre, el siguiente paso es uno más fuerte: opioides como la codeína, morfina, fentanilo y hidromorfona, es decir basados en opio. También existen otros medicamentos que alivian el dolor en los nervios y los huesos.
Todos los fármacos deben revisarse periódicamente (incluidos los de venta libre) con el equipo médico para minimizar riesgos en las combinaciones y cantidades suministradas.
Los analgésicos pueden causar efectos secundarios, como somnolencia, estreñimiento, diarrea y problemas gástricos. También puede afectar la capacidad para conducir, además de sentirte agotado físicamente. Si sufres alguno, informa a los médicos, ya que a menudo se controla mediante cambios en la dosis o el tipo de fármaco.
En ocasiones, los analgésicos pueden ser adictivos. Si estás tomando uno fuerte y te preocupa lo que suceda, habla con el médico. Los medicamentos, administrados adecuadamente, sirven para controlar el dolor sin provocar adicción.
Si tienes dolor intenso y los medicamentos anteriores no te han ayudado, pregunta al equipo médico sobre la derivación a un profesional de la salud especializado en el control del dolor.
Los ejercicios de visualización, relajación y respiración, los masajes, la acupuntura, la musicoterapia y el apoyo psicológico alivian el dolor. No lo tratan en sí, pero ayudan a afrontar los síntomas de angustia.
La estimulación nerviosa eléctrica, pequeñas descargas a través de la piel, también se usa en algunas circunstancias, así como compresas frías o calientes.
Kālida también te ayuda a saber más sobre la gestión del dolor y los tratamientos sin medicamentos. Pregunta por la gama de terapias y relajación disponibles.
Consejos para ayudar a controlar el dolor:
· Toma tus analgésicos con regularidad y antes de que el dolor se vuelva intenso.
· Toma anti-náuseas y ablandadores de heces y/o laxantes recomendados por el equipo de atención médica.
· Aprende a describir tu dolor para que al equipo de atención médica le sea más fácil entender cómo te sientes.
· Lleva un registro de tus medicamentos y el nivel de dolor.
· Informa al médico sobre cualquier efecto secundario, si el dolor empeora o si tienes problemas intestinales o de vejiga.
· Prueba técnicas sin medicamentos o actividades divertidas y practica la relajación.
Habla con tu médico sobre el dolor que experimentas. Es posible que no esté relacionado con el cáncer, pero si es por la enfermedad y sus tratamientos, hay muchos medicamentos y apoyos disponibles para ayudarte.
No abuses del sol
Si estas recibiendo o has recibido un tratamiento contra el cáncer, es posible que te aconsejen evitar la luz solar directamente en la piel.
En algunos casos, ciertos medicamentos y afecciones médicas provocan fotosensibilidad, cuando la piel se vuelve más sensible a los rayos ultravioleta del sol.
Obtén más información en Kālida sobre los tratamientos contra el cáncer que la causan. Te proporcionamos consejos para estar al sol mientras proteges la piel.
Rayos solares y tratamiento del cáncer
La luz del sol mejora el estado de ánimo y es una fuente de vitamina D, pero también puede causar fotosensibilidad por efecto de la quimioterapia, la radioterapia, ciertos antibióticos, los antiinflamatorios no esteroideos y otros medicamentos. La respuesta de cada persona a la luz solar después de la terapia es diferente, pero incluso si normalmente la toleras, ahora podría afectarte.
Tu equipo de atención médica debe aconsejarte cuál de tus tratamientos puede causar sensibilidad a los rayos UV y cómo debes cuidar la piel.
Quimioterapia
Sus efectos pueden hacerte sensible a la luz solar durante el tratamiento y hasta un par de meses después de que haya finalizado.
Radioteràpia
Debes proteger especialmente cualquier área irradiada. La luz solar estimula el recuerdo de los efectos secundarios originales de la radioterapia en la piel. Incluso cuando los efectos agudos se han curado, aún podría ocurrir los primeros años tras el tratamiento. La sensibilidad también puede ser permanente. Es aconsejable cubrir el área con ropa suelta y usar un protector solar con alto factor de protección.
Limfedema
Cualquier persona que desarrolle linfedema después del tratamiento del cáncer recibe consejos de su equipo médico para evitar quemaduras solares o picaduras de insectos en la extremidad afectada. Si ocurre, puede causar inflamación (hinchazón), infección o celulitis y necesitar altas dosis de antibióticos.
Consejos para salir al sol
Si bien debes ser más cuidadoso durante y después del tratamiento, no significa que debas evitar el sol por completo. Con simples precauciones, lo disfrutarás mientras proteges la piel:
· Evita el sol entre las 10 y las 15 horas, cuando está en su punto más intenso y peligroso. Lo más saludable es tomar el sol antes de las 10 o después de las 16. Recuerda que los rayos UV también están en días nublados, en los que conviene un cuidado adicional.
· El factor de protección de las cremas solares debe ser al menos de FPS 30. Unas funcionan mejor que otras y la química de algunas puede ser irritantes para tu piel, ya sensible. Desecha el envase del año pasado, pierde efectividad.
· No confíes solo en el protector solar, usa sombreros de ala ancha y ropa holgada para proteger las áreas sensibles. Esto es particularmente importante si estás junto al mar y la playa. Si has experimentado pérdida de cabello, un pañuelo debajo del sombrero protege mejor el cuero cabelludo sensible.
· Hay bloqueadores solares disponibles que pueden ser efectivos. Consulta con tu oncólogo o enfermera especialista qué productos te recomiendan como los más seguros cuando estás con quimioterapia. Protege también tus labios, hay protectores solares específicos.
· Encuentra un lugar a la sombra debajo de un árbol o de una sombrilla.
· El sol puede dañar tus ojos, usa mejor gafas de sol con protección UV.
· Bebe muchos líquidos para mantenerte hidratado y fresco.
· Las piscinas con cloro pueden causar sensibilidad. Si nadas, dúchate después. A algunas personas les recomiendan no nadar durante el tratamiento, así que mejor que consultes al equipo médico.
· Evita los perfumes y los productos químicos, hacen que tu piel sea más sensible.
Si te quemas, te aparecen ampollas o una erupción cutánea, ponte en contacto con el médico de cabecera y con el equipo de oncología. Podrías necesitar antibióticos para evitar una infección
La insuficiencia respiratoria (o falta de aire) es agotadora físicamente y también causa pánico. Más de la mitad de las personas con cáncer la experimentan en algún momento mientras reciben tratamiento o conviven con la enfermedad.
Es posible que oigas a los médicos hablar de la “disnea”, que significa dificultad para respirar. En esta página encuentras información sobre las eficaces formas de controlar esta patología durante y después del proceso oncológico.
Insuficiencia respiratoria (dificultad para respirar o dispnea)
La falta de aire puede variar: a veces causa palpitaciones y otras te deja sin aliento al subir escaleras o hacer las tareas del hogar. De vez en cuando dificulta hacer cualquier esfuerzo y esa sensación provoca pánico. Como el miedo dificulta a su vez la respiración, se convierte en un círculo vicioso.
Hay diversas causas de la falta de aire: anemia, efectos secundarios del tratamiento, infecciones del pecho, líquido en los pulmones o el abdomen y a veces problemas cardíacos. También la provoca el cáncer de pulmón, el que se ha extendido al pulmón o el mesotelioma.
Control de la dispnea
Si tienes dificultad para respirar durante el esfuerzo o en reposo, habla con tu equipo médico para que identifique la causa y ofrezca el tratamiento adecuado: existen muchas formas de gestionar y controlar la falta de aire de forma eficaz.
- Las técnicas de relajación, que puedes aprender para disminuir y controlar la respiración, ayudan a romper el ciclo de ansiedad y la falta de aliento. Y también puedes visitar Kālida para participar en una de nuestras sesiones de relajación o hablar con alguna de nuestras enfermeras especialistas en soporte oncológico.
- Muchas personas aprecian usar un ventilador para sentir el aire en la cara. Si es portátil, también lo puedes llevar al salir de casa.
- Trata de planificar la jornada para evitar las prisas, innecesarias repeticiones de viajes a las tiendas o al piso de arriba, y también para pedir ayuda con las actividades que más te cuestan.
- Cuando estás sin aliento, es probable que respires por la boca; esto puede hacer que se reseque y dificulte la alimentación. Suele ser útil comer menos, hacer más frecuentes las comidas y beber sorbos con regularidad.
Los cambios de peso son naturales y no deberían ser motivo de preocupación. Sin embargo, una mayor pérdida o aumento puede afectar la salud y bienestar general. Esta página te facilita información y sugiere formas de controlar las variaciones de peso durante y después del proceso oncológico.
Generalmente, la pérdida es más habitual que el aumento, pero el cambio en sí puede ser un recordatorio de lo que te sucede. También puede variar la forma del cuerpo, perder masa muscular o aumentar la cintura. Algunos efectos son temporales, se rectifican una vez finalizado el tratamiento. En cualquier caso, si pierdes o ganas una cantidad significativa de peso y te preocupa, habla con tu equipo de atención médica.
Pérdida de peso y cáncer
Algunas personas pierden peso con el cáncer. Probablemente sea el primer síntoma que las lleva al médico, porque la enfermedad puede afectar el apetito o la capacidad para masticar o tragar. En el cáncer más avanzado es más común y, a menudo, se acompaña de fatiga y debilidad. Las causas incluyen náuseas, vómitos, diarrea, dificultad para comer, dolor, mal humor o ansiedad.
Aumento de peso y cáncer
El aumento de peso también es habitual. Puede ser por el tamaño de un tumor, la retención de líquidos o el estreñimiento. Y puede ser inesperado antes, durante y después del proceso oncológico, porque se acostumbra a hacer menos ejercicio, diversos medicamentos retienen líquidos (y favorecen el aumento de peso) y algunos incluso dan hambre mientras el metabolismo se ralentiza.
Durante el tratamiento, los niveles de energía pueden verse afectados y la capacidad para hacer ejercicio, reducirse. La quimioterapia, los esteroides y otros medicamentos pueden engordar. La terapia hormonal, cuyo objetivo es reducir los niveles hormonales, puede incrementar la grasa, disminuir el tono muscular y, en definitiva, cambiar la figura.
Efectos emocionales de los cambios de peso
Los cambios de peso desmoralizan, porque es un recordatorio visual de lo que sucede en un tema muy sensible. Psicológicamente, puedes sobrellevar la situación comiendo. Es una reacción emocional. Nunca pierdas de vista que sigues siendo “tú”.
Gestionar los cambios de peso
A continuación te proponemos estrategias para controlas los cambios de peso:
En caso de pérdida
- Si adelgazas, ya sea durante el tratamiento o después, informa al médico. La pérdida involuntaria de más de 4,5 kilos es un motivo de preocupación y un problema a comentar con el equipo de atención médica.
- Toma nota de las cosas que frenan tu apetito, ya sea dolor, calambres, náuseas o sentirte lleno. Ayudas al médico a determinar qué lo provoca. Existen medicamentos que estimulan el hambre o reducen las náuseas y otros síntomas.
- Intenta aumentar la cantidad de alimentos que consumes. Es más fácil decirlo que hacerlo si uno no se siente bien. Tomar porciones pequeñas varias veces es mejor que las tradicionales tres comidas diarias. Apúntate a los alimentos ricos en calorías y llenos de nutrientes. Si no puedes comer mucho, pregúntale al médico sobre las bebidas suplementarias.
- Bebe muchos líquidos para mantenerte hidratado y haz ejercicio suave. Aprovecha el momento del día en que tengas más energía, tal vez por la mañana en lugar de por la tarde. El objetivo es ayudar a desarrollar músculo.
- Solicita que te deriven a un dietista, que orienta sobre la cantidad de alimentos que necesitas y sugiere formas de aumentar la ingesta de calorías y el apetito.
Visita Kālida y pregunta sobre los talleres y cursos que ofrecemos para ayudarte a nivel nutricional. También podrás encontrar libros e información disponible en la biblioteca, puedes hablar con otras personas sobre tus sentimientos e intercambiar experiencias o consejos.
En cas de aumento:
- Si engordas de manera significativa durante o después del tratamiento, informa al médico. Te dirá si es un efecto secundario o un nuevo síntoma que debe investigarse más a fondo.
- Si estás en tratamiento, combinar dieta y ejercicio puede parecer una quimera y resultar desmoralizador. Los niveles de energía pueden ser bajos y no es el mejor momento de esforzarse para adelgazar. Comer de manera saludable, descansar lo suficiente y realizar ejercicio suave es una de las maneras de enfocarlo hasta que completes la terapia.
- El aumento de peso a veces se debe a la retención de líquidos. Habla con tu equipo médico, especialmente si notas hinchadas las extremidades, tobillos, muñecas o abdomen. Algunos medicamentos y otras medidas pueden aliviar el problema.
- Sigue una dieta equilibrada con muchas verduras, nueces, cereales integrales y proteínas. Llama a Kālida y pregunta acerca de nuestros talleres de nutrición “Comer Sano” o solicita asesoramiento y apoyo individual. A veces, los tratamientos tienen efectos a largo plazo sobre la digestión y los intestinos, lo que significa que no puedes consumir mucha fibra. Pídele al equipo médico consejos dietéticos específicos.
- Mientras te recuperas del tratamiento, piensa en aumentar la actividad física. Caminar, ir en bicicleta, hacer jardinería, cualquier esfuerzo es válido. Como superviviente del cáncer, lo ideal es hacer unos 150 minutos por semana, así como ejercicios para fortalecer el cuerpo dos o tres veces por semana, mejor en tiempos cortos. Consulta con el médico de cabecera / equipo de atención médica del hospital si es adecuado para ti.
Visita Kālida para obtener ayuda, más información y disfrutar de nuestras actividades, como yoga, tai-chi, horticultura social y marcha nórdica. También recibirás el apoyo de nuestro equipo y de otras personas con cáncer, que entienden cómo te sientes.
Cuándo buscar más ayuda
Si la pérdida o el aumento de peso es un síntoma nuevo y te preocupa, habla con el médico.
Los problemas de peso tienen un impacto tanto emocional como físico. Si afecta a tu estado de ánimo o te sientes preocupado o deprimido por los cambios físicos, solicita más ayuda. El médico de cabecera y tu equipo oncológico te pueden derivar a un dietista. En Kālida te ofrecemos apoyo y escucha.
Si tus extremidades se hinchan y tu movilidad es más restringida, la retención de líquidos podría ser el problema. Revisa este síntoma rápidamente, ya que es posible que necesites control y apoyo adicionales.
Los cánceres y sus tratamientos a veces causan hinchazón en los tejidos bajo la piel. Afecta a brazos, piernas u otras partes del cuerpo. Se llama linfedema y puede aparecer meses o años después del proceso oncológico. Si el linfedema se detecta temprano, el tratamiento ayuda a prevenir que se desarrolle más y mantiene los síntomas bien controlados.
Algunos tratamientos contra el cáncer que implican cirugía o radioterapia en los ganglios linfáticos, pueden desarrollar linfedema si éstos han sido extraídos o dañados. Ocasionalmente, el cáncer en sí mismo causa el problema.
Los síntomas a tener en cuenta son la hinchazón de cualquier parte del cuerpo, generalmente un brazo o una pierna. Es posible que resulte incómodo porque la sensación de pesadez restringe los movimientos. También puede afectar tu estado de ánimo, es un recordatorio visual de lo que has pasado.
En esta página obtienes más información sobre el linfedema relacionado con el cáncer, su prevención y tratamiento antes, durante y después del proceso oncológico.
Linfedema y cáncer
Todos tenemos un sistema linfático en el cuerpo, una serie de canales de drenaje y ganglios linfáticos muy pequeños. Nos mantiene sanos al eliminar los productos de desecho, las bacterias y el exceso de líquido, y protege de las infecciones. Cuando los canales se bloquean, puede aparecer la hinchazón.
El linfedema es una inflamación a largo plazo de los tejidos y no debe confundirse con la inflamación temporal en los días posteriores a una cirugía. Los tratamientos para ciertos cánceres tienen más riesgo de desarrollar linfedema, entre ellos las cirugías de mama, ginecológica, pélvica, de cabeza y cuello y la radioterapia, especialmente si los ganglios han sido extirpados o dañados. A veces, el cáncer en sí bloquea el drenaje linfático.
Los síntomas incluyen hinchazón, pesadez y dolor en el área afectada. Por ejemplo, alguien a quien le extirparon los ganglios de la axila experimenta hinchazón de los dedos, la mano y/o el brazo. El linfedema también puede tener un impacto emocional, al ser un recordatorio visual del proceso oncológico.
Gestionar el linfedema
A continuación, algunas pautas que reducen el riesgo de linfedema:
- Cuida la piel: lava y seca con suavidad y utiliza un humectante sin perfume y evita las temperaturas extremas tanto en invierno como en verano. En lugar de cuchilla de afeitar, usa una crema depilatoria para evitar rasguños.
- Protege la piel: usa una loción o crema fotoprotectora de factor alto o preferiblemente cúbrete cuando estés al sol. La piel es sensible y se quema fácilmente. Si el brazo es el área de preocupación, usa guantes de jardinería mientras cuidas las plantas y un guante de horno para proteger la mano de quemaduras. El repelente de insectos previene picaduras, y ten cuidado con los dientes y las garras de las mascotas.
- Mantén un peso saludable: es más fácil decirlo que hacerlo, pero el sobrepeso es un factor de riesgo de linfedema.
- Evita los análisis de sangre, las inyecciones y los brazaletes de presión arterial en la extremidad afectada. No siempre es posible. Si avisas a los profesionales de la salud que te has sometido a una cirugía de los ganglios linfáticos, por lo general buscarán un sitio alternativo. El objetivo es evitar roturas o daños en la piel que provoquen una infección.
- Mantenerse en movimiento y hacer ejercicio suave mantiene activa la circulación, incluido el sistema linfático.
- Atención a la infección local: si notas que tienes un corte, un rasguño o una picadura de insecto, lávalo bien y aplica crema antiséptica. Si observas enrojecimiento, calor, hinchazón o dolor, informa al médico, quizás necesites antibióticos.
A pesar de las precauciones, algunas personas desarrollan linfedema. Por ejemplo, puedes notar hinchazón, pesadez o dolor en una extremidad o en una zona donde has recibido tratamiento contra el cáncer. Si crees que tienes síntomas, habla con el médico de cabecera o equipo de atención médica, ya que un diagnóstico a tiempo retrasa su aparición y es probable que te deriven a un especialista en linfedema para recibir tratamiento.
Para el linfedema detectado a tiempo, el objetivo del tratamiento es reducir la hinchazón, ayudar a prevenir infecciones, fomentar una alimentación saludable y el ejercicio. Se te dará una serie de ejercicios para ayudarte con el movimiento y aliviar los síntomas.
La enfermera especializada te enseñará un masaje suave / drenaje manual para reducir la hinchazón. Es posible que te coloquen una prenda de “compresión”, como una manga, un guante o una media, según la zona afectada, que favorece el drenaje. Para casos graves, el programa de tratamiento es más intensivo: drenaje linfático, vendajes de compresión, fisioterapia y cuidado de la piel.
Afrontar los sentimientos relacionados con el linfedema puede ser difícil. Es un recordatorio diario del cáncer y su tratamiento, y es posible que te sientas cohibido al usar las prendas de compresión o que tu extremidad esté hinchada.
Hablar sobre tus sentimientos ayuda a sentirte menos solo, sabes que otros pasan por la misma experiencia. En Kālida te ayudamos a gestionar tus emociones y puedes aprender sobre ejercicio, relajación, control del estrés y alimentación saludable para controlar el impacto físico y emocional del linfedema.
Cuándo buscar más ayuda
Si presentas signos de infección en esa zona, como calor, enrojecimiento, hinchazón o fiebre, informa a tu médico de cabecera, enfermera especializada o equipo del hospital. Ellos te indicarán si tu situación requiere tomar antibióticos.
Vivir con linfedema a veces desencadena sentimientos de depresión y baja autoestima. Habla con el médicos; ellos comprenden qué sientes y pueden derivarte para obtener más apoyo.
La infección es un efecto secundario grave del proceso oncológico. Muchos tratamientos que destruyen las células cancerosas también reducen la capacidad de los glóbulos blancos (neutrófilos) para combatir otras complicaciones. El cuerpo es más vulnerable a virus y hongos bacterianos.
Durante y después del cáncer las infecciones, que normalmente se controlan sin problemas, se pueden complicar e incluso ser potencialmente mortales. Una menos grave, si requiere tratamiento médico, también puede retrasar la terapia contra el cáncer.
Es importante reconocer los signos de infección e informar de inmediato a tu equipo de atención médica para que te trate rápidamente, evite infecciones graves y retrasos en los tratamientos.
Cáncer e infecciones: ¿Cuál es la conexión?
La médula ósea produce los neutrófilos (un tipo de glóbulo blanco). Medicamentos de quimioterapia y alguna radioterapia, por ejemplo en la columna, la pelvis o el esternón, la pueden dañar. El riesgo de infección aumenta si la cantidad de neutrófilos cae por debajo de lo normal.
Cuando los neutrófilos están bajos, se denomina neutropenia. Si los niveles son inferiores a 1,5, estás “neutropénico”, muy vulnerable a las infecciones y al desarrollo de una enfermedad grave llamada sepsis neutropénica o septicemia (intoxicación de la sangre) en la que grandes cantidades de bacterias entran en el torrente sanguíneo.
El tipo o la dosis de quimioterapia recibida puede aumentar el riesgo de desarrollar neutropenia. También si tienes recuentos bajos de glóbulos blancos, otra afección que afecta el sistema inmunológico, más de 65 años o has recibido previamente quimioterapia o radioterapia.
Hay ciertos momentos en cada ciclo de tratamiento en los que la médula ósea, que produce los glóbulos blancos, es la más afectada. Esto suele comenzar una semana después del inicio de la terapia y dura hasta que la médula ósea se recupera gradualmente, de 3 a 4 semanas después. El médico/enfermero especialista te puede informar sobre los efectos de tu tratamiento particular.
El riesgo de infección existe mientras la cantidad de neutrófilos es baja. Es posible que te sientas particularmente cansado durante este tiempo.
El recuento sanguíneo se controla con regularidad a lo largo del proceso oncológico. A veces, la quimioterapia se retrasa para permitir que se recuperen los neutrófilos. A menudo una semana es suficiente, pero a veces se reduce la dosis para permitir que la terapia avance de forma segura.
Si desarrollas una infección, generalmente te harán un análisis de sangre y lo tratarán con antibióticos. En algunos casos, requiere el ingreso hospitalario para recibir antibióticos más fuertes e intravenosos (a través de un goteo o una jeringa en una vena).
No todas las complicaciones se previenen, sin embargo, informar al equipo médico de cualquier signo de infección a tiempo, permite que recibas un tratamiento inmediato y reduce el riesgo de problemas graves.
Gestión de las infecciones:
Hay tres cosas principales para recordar:
- Reconocer los signos de infección
- Informar inmediatamente
- Evitar, hasta donde puedas, que haya infecciones
Reconocer los síntomas de infección
Pregunta al médico o al enfermero especialista a qué síntomas debes estar atento tras cada ciclo de tratamiento.
- La fiebre (temperatura alta) es la respuesta natural del cuerpo contra invasores como virus, bacterias u hongos y, a menudo, es el primer síntoma de infección. Tómate la temperatura si no te sientes bien. Tu equipo de atención médica te dará instrucciones sobre el nivel que debe alcanzar. Sin embargo, como regla general, si es superior a 38°C, llama al médico inmediatamente (de día o de noche) porque podría significar que tienes una infección.
- Si bien la fiebre es un signo común de infección, no siempre aparece. Algunos medicamentos la enmascaran u ocultan. Otros síntomas de los que también debes informar de inmediato incluyen:
- Escalofríos, debilidad, temblores, sudores
- Tos, dolor de garganta, dificultad para respirar, dolor de pecho
- Enrojecimiento, piel caliente, dolor, hinchazón o supuración alrededor de cualquier herida o sitio del catéter (donde se ha usado una cánula, vía PICC, Hickman u otra vía central)
- Intestinos sueltos o diarrea durante más de 24 horas
- Dolor en la espalda por encima de la cintura o sensación de ardor al orinar
- Úlceras en la boca, lengua peluda
- Flujo vaginal inusual o picazón
- Informa de los síntomas de infección de inmediato: mientras estés en proceso oncológico, el equipo médico te da instrucciones detalladas sobre qué que debes vigilar y un número para llamar fuera del horario de atención convencional. Sigue las instrucciones cuidadosamente.
- Recuerda que las infecciones pueden empeorar mucho más rápido de lo normal y agravarse si te demoras en comunicarlo. Es mejor llamar por teléfono y verificar los síntomas con el equipo del hospital, sea cual sea la hora del día o de la noche, que esperar a que mejoren.
- Si se lo dices a un médico diferente o vas a urgencias, insiste en que recibes tratamiento contra el cáncer, porque deberías ser tratado rápidamente.
Prevenir la infección hasta donde puedas
- La mayoría de las infecciones durante o después del tratamiento del cáncer no son provocadas por otras personas, sino por bacterias normales (flora) alojadas en tu intestino o en la piel.
- Lávate las manos y también quienes te rodean. Esta es la forma más importante de evitar la propagación de bacterias. Hazlo con frecuencia y con mucho cuidado antes de comer, antes y después de ir al baño o acariciar a las mascotas. Tómate tu tiempo y usa agua tibia y jabón. La fricción mata a las bacterias. También puedes usar un gel hidroalcohólico frotando tus manos durante como mínimo 20 segundos
- Tómate la temperatura según lo recomendado y llama a tu equipo de atención médica de inmediato (de día o de noche) si tu temperatura es superior a 38 ⁰C.
- Limpia el área rectal a fondo después de cada evacuación intestinal frotando suavemente de adelante hacia atrás. El papel higiénico húmedo es bueno para limpiar mejor y evitar la irritación de la piel (consulta con el médico antes de usarlo si recibes radioterapia en el área rectal).
- Toma un baño o ducha tibia cada día y sécate la piel con palmadas. Usa una loción a base de agua si la piel se seca, una afeitadora eléctrica en lugar de una navaja y agua tibia con jabón y un antiséptico para limpiar cortes y raspaduras. (Busca consejos específicos sobre el cuidado de la piel si recibes radioterapia).
- Cuidado bucal: sigue cualquier consejo específico del médico pero, en general, lávate los dientes dos veces al día con un cepillo suave. Consulta si conviene usar hilo dental.
- Alimentos: asegúrate de que se manipulen, almacenen y utilicen dentro de las fechas de vencimiento y se cocinen bien. Lava las frutas y verduras frescas antes de comerlas. Pregúntale al equipo de atención médica si hay alguno específico a evitar.
- Usa guantes protectores cuando hagas jardinería o limpies los desechos de las mascotas.
- Limpia los cortes y rasguños con antiséptico. Y vigílalos. Consulta al médico antes de usar cremas o lociones en un área tratada con radioterapia.
- Si tienes apósitos o vendajes sobre heridas quirúrgicas, mantenlos estén limpios y secos.
El tratamiento de quimioterapia es particularmente probable que cause neutropenia. El equipo de atención médica puede recomendar medicamentos llamados factores de crecimiento, que estimulan la médula ósea para producir glóbulos blancos y prevenir infecciones. También se usan para administrar dosis más altas de quimioterapia sin aumentar el riesgo de infección, pero no se recetan de forma rutinaria: no son adecuados para todos los fármacos y también tienen sus propios efectos secundarios (dolor de huesos, fatiga, fiebre y pérdida del apetito).
Cosas que tienes que evitar cuando tus recuentos son bajos
- Las multitudes y personas con enfermedades infecciosas, como varicela o resfriados fuertes. El contacto social es importante para la salud emocional, pero si evitas el gentío y a aquellos con dolencias obvias, reduces el riesgo.
- Comer quesos suaves, paté, bebidas o yogures probióticos
- Vacunas a menos que consultes primero con tu equipo de atención médica
- Aspirina u otro medicamento para reducir la fiebre, salvo consulta previa al médico
- Áreas polvorientas o zonas donde se realicen excavaciones o trabajos de construcción.
- Situaciones en las que puedes sufrir moretones o cortes en la piel
Tener una infección o un recuento bajo de neutrófilos retrasa el tratamiento o reducir la dosis de quimioterapia. No todas las infecciones se previenen, pero notificar cualquier signo de infección lo antes posible permite recibir un tratamiento rápido y reduce el riesgo de problemas graves.
Algunos tratamientos contra el cáncer, incluida la quimioterapia y la radioterapia (en la cabeza y el cuello), causan dolor y/o sequedad en la boca. A veces, provocan infecciones. También afecta al apetito y la capacidad para comer y beber. Es comprensible que si la boca está sensible y dolorida, el estado de ánimo también se vea afectado.
Un dolor o sequedad en la boca no siempre se puede prevenir, pero informar al equipo médico desde el principio de cualquier problema bucal permite tratar los síntomas rápidamente. Hay pasos que sirven para reducir el riesgo durante el tratamiento y aliviar las molestias.
En esta página obtienes más información sobre el cuidado bucal y el cáncer. Nos centraremos en las formas de prevenir y controlar los síntomas, y te informaremos de qué puede hacer Kālida para ayudarte.
Explicación sobre el cuidado de la boca y el cáncer
Si te diagnostican cáncer, absorbes una gran cantidad de información sobre los detalles de la enfermedad y los efectos secundarios de la terapia que podrías experimentar. Los problemas bucales parecen un problema menor, pero son incómodos. Cuando estés en tratamiento, el equipo de atención médica analiza la importancia del cuidado bucal, porque algunos causan dolor o sequedad en la boca.
Con la quimioterapia y los trasplantes de médula ósea, el revestimiento de la boca puede verse afectado y provocar úlceras, dolor en la boca y las encías y causar infecciones. La radioterapia, especialmente en la cabeza y el cuello, también los puede causar: hinchazón, enrojecimiento y llagas en los labios, lengua y boca. Se denomina mucositis.
A veces, el apetito se altera porque los tratamientos cambian el sabor del alimento. La boca seca y la incomodidad también dificultan la comida y la bebida. Algunos medicamentos contra el cáncer, incluidos los analgésicos, también resecan y, en ocasiones, dan mal aliento.
Mantener la boca húmeda, limpia y saludable previene los problemas y permite sentirse más cómodo. A veces, a pesar de los cuidados, aún experimentas dolor bucal. Informa al médico sobre cualquier síntoma, ya que puede recetar medicamentos y enjuagues.
Control del cuidado bucal
Al empezar un tratamiento o cuando el cáncer afecta la boca, si adoptas las precauciones siguientes puedes prevenir y aliviar los síntomas:
- Control dental: si vas a recibir quimioterapia, trasplante de médula ósea o radioterapia (cabeza y cuello), te recomendarán una revisión previa. Es una buena idea, ya que los problemas dentales durante el tratamiento, si causan infecciones, son difíciles de tratar.
- Compra un cepillo de dientes suave: uno para niños pequeños, por ejemplo, ya que el normal puede ser demasiado abrasivo. Lávate los dientes y las encías tres veces al día, tras las comidas. Esto incluye las dentaduras postizas, si las usas.
- Uso del hilo dental: debes consultar con los médicos si lo puedes usar suavemente durante el tratamiento. A veces, con la quimioterapia, las plaquetas en sangre están bajas, por lo que existe un mayor riesgo de sangrado de las encías.
- Intenta usar un enjuague bucal sin alcohol en lugar de pasta de dientes si te duelen las encías y la boca, o si la pasta de dientes y el cepillado te hacen sentir mal.
- Bebe muchos líquidos, preferiblemente agua, zumos de frutas y verduras, para mantener la boca hidratada. Tomar sorbos de agua durante las comidas también lubrica y ayuda a comer.
Atención a la mucositis, cuando el revestimiento de la boca se daña temporalmente. Los síntomas son la sensibilidad a los alimentos calientes, fríos y picantes; manchas blancas o una capa blanca en áreas de la boca, incluida la lengua y sangrado, dolor o sequedad. Informa a tu equipo de atención médica rápidamente para que pueda detectar una posible infección y dar medicamentos o enjuagues bucales para aliviar los síntomas.
- Enjuagues bucales, pastillas y gotas: el médico te los proporciona para aliviar las molestias y prevenir o tratar infecciones; utilízalos con regularidad. Si no funcionan, díselo. Algunos productos pican si la boca y las encías están sensibles, así que consulta con tu farmacéutico / equipo de atención médica cuáles son los más adecuados.
- Opta por comidas que no sean secas y evita las comidas picantes, si tienes la boca dolorida y seca.
- La piña fresca o la piña enlatada sin azúcar son refrescantes y ayudan a limpiar la boca y el paladar.
- Trata de chupar hielo triturado, trozos de hielo o caramelos, porque humedece la boca y alivia las molestias. Deja que el hielo se derrita un poco antes, puede tener bordes afilados.
- Si tienes la boca muy seca y te resulta difícil tragar, informa al médico. Puede recetar saliva artificial, que la humedece.
- Usa bálsamo labial o vaselina para los labios, que pueden secarse y agrietarse.
- Consejo nutricional: si te preocupa no comer bien debido al dolor de boca, Kālida ofrece consejos y talleres sobre alimentación saludable durante el tratamiento. Pasa por el centro y pregunta. Nuestros especialistas en soporte oncológico brindan información y apoyo.
Cuándo buscar más ayuda
- Si tu temperatura es elevada, las encías sangran mucho o tienes muchas manchas blancas o una capa blanca en las encías, la lengua o la parte posterior de la garganta, informa al médico. Es posible que tengas una infección o un recuento sanguíneo bajo y necesites tratamiento.
- Una boca seca y dolorosa puede afectar a tu estado emocional. Puede ser que, además del tratamiento y diagnóstico, los efectos secundarios diarios te depriman. Es natural tener días bajos, pero si notas que estás angustiado, informa al equipo médico, que puede recetar medicamentos para aliviar los problemas bucales y escuchar cómo te sientes.
Si experimentas hormigueo, ardor o dolor en las manos y los pies, debilidad muscular, entumecimiento o sensibilidad en las extremidades, es posible que tengas daño en los nervios. La neuropatía periférica es un efecto secundario de los tratamientos contra el cáncer que no le ocurre a todo el mundo, pero los síntomas son preocupantes si no se explican. A menudo son temporales aunque también pueden ser, en algunas ocasiones, duraderos o permanentes.
Es conveniente hablar sobre cualquier efecto secundario que experimentes con tu equipo de atención médica para evitar que empeore. En esta página obtendrás información sobre la neuropatía periférica y las formas de controlarla durante y después del proceso oncológico.
Qué es la neuropatía periférica
Tenemos nervios en todo el cuerpo. Los nervios del cerebro y la médula espinal se clasifican como el sistema nervioso central (SNC). Todos los demás pertenecen al sistema nervioso periférico. Cuando estos nervios superficiales se dañan o lesionan, a consecuencia de algunos medicamentos de la quimioterapia, la radioterapia o terapia biológica y ocasionalmente de alguna cirugía, se denomina neuropatía periférica. También la puede provocar el cáncer en sí u otras enfermedades no relacionadas con el proceso oncológico, como la diabetes, los problemas de tiroides y las deficiencias nutricionales.
Los síntomas de la neuropatía periférica incluyen entumecimiento, pérdida de sensibilidad u hormigueo en la parte del cuerpo afectada. Con algo de quimioterapia, por ejemplo, lo puedes notar particularmente en las manos y pies. A veces, el sistema digestivo se ve afectado y causa estreñimiento. Otros se quejan de pérdida de audición. El equipo de atención médica conoce los efectos secundarios de ciertos medicamentos y te informa si los debes tener en cuenta.
Otros síntomas dificultan algunos movimientos. Por ejemplo, abrocharse los botones, problemas para caminar o sensibilidad adicional con la ropa y los zapatos. A veces, el calor o el frío, comer o beber desencadenan síntomas temporales.
La clave es informar al médico o enfermera especializada sobre cualquier síntoma nuevo que experimentes. En ocasiones, el daño en los nervios puede desarrollarse o empeorar más adelante, pero generalmente ocurre durante o poco después del tratamiento. Si bien suele ser un efecto secundario temporal, para algunas personas el daño, en algunas ocasiones, puede ser duradero o permanente.
Control de la neuropatía periférica
Hay cosas que puedes hacer para controlar los síntomas, especialmente si sabes qué los está causando. Aquí van algunas sugerencias para ayudarte a sobrellevar el problema:
- Informa al equipo de atención médica de cualquier síntoma para que valoren si el tratamiento se debe reducir o suspender para evitar daños mayores.
- Mantén tus manos y pies calientes: Usa guantes y ropa de abrigo cuando estés fuera de casa. Evita caminar descalzo en el hogar.
- Intenta hacer ejercicio cada día para ejercitar los músculos y mantener el equilibrio. Usa zapatos que te gusten con plantillas acolchadas para que los pies estén cómodos.
- Los ejercicios de cuerpo y mente suelen ir bien. Pregunta en Kālida acerca de nuestras sesiones de relajación, ejercicio, yoga y Tai Chi.
- Seguridad en el hogar: es posible que no sientas calor ni frío extremos, por lo que debes comprobar la temperatura del agua cuando abras el grifo, la ducha o el baño. Las almohadillas térmicas y las bolsas de agua caliente conviene usarlas con precaución.
- Pregunta a tu médico sobre medicamentos contra el dolor y el hormigueo. No curan la neuropatía, pero pueden aliviar los síntomas.
- Pregunta también sobre analgésicos sin medicamentos. Algunas personas se benefician de la acupuntura y el masaje, otras del uso de una máquina de estimulación nerviosa electrónica transcutánea (ENET).
- Intenta llevar una dieta equilibrada y evita el alcohol. Los suplementos de vitamina B y ácido fólico pueden ayudar, aunque la evidencia es escasa. Siempre consulta con el médico antes de tomar suplementos, ya que pueden interferir con el tratamiento.
- En la medida de lo posible evita o ten mucha precaución cuando debas realizar actividades que entrañan riesgo para ti u otras personas, como conducir.
- Habla con otras personas. Quizás te sientas menos aislado si conoces a gente que te comprende. Visita Kālida para recibir apoyo emocional y práctico.
Cuándo buscar más ayuda
La neuropatía periférica afecta física y emocionalmente. Si te sientes retraído, lloroso o deprimido, informa al médico de cabecera y al equipo hospitalario, porque hay ayuda disponible.
Si los síntomas te causan problemas de movilidad, probablemente necesites ayuda adicional en casa. Aunque te resistas a hacerlo, mejor pide a los médicos que te deriven a los servicios sociales para evaluar si tienes derecho a ello.
Muchos (pero no todos) los tratamientos contra el cáncer provocan la caída del cabello o lo vuelven más fino. Por lo general, crecerá después del tratamiento, sin embargo, su pérdida es un momento muy emocional y, para muchas personas, cuando se sienten más vulnerables.
En esta página obtendrás información sobre la pérdida del cabello después del proceso oncológico, cómo sobrellevar la alopecia de manera práctica y emocional y consejos para su cuidado cuando vuelve a crecer.
Pérdida de cabello (alopecia)
La alopecia se produce como resultado de muchos tratamientos contra el cáncer, incluidos algunos tipos de quimioterapia, radioterapia y terapias biológicas, pero no todos. La mayoría de las pérdidas tampoco son permanentes.
La pérdida relacionada con la quimioterapia suele comenzar de 10 a 14 días tras la primera dosis. Para algunas personas el cabello se queda más fino, otras lo pierden totalmente. Algunos tipos o dosis en particular también afectan a las cejas, pestañas y el vello corporal, incluido el púbico.
La radioterapia provoca alopecia solo en el área tratada, la parte del cuerpo donde entran y salen los haces de rayos. Es probable que vuelva a crecer después, aunque depende de la cantidad de tratamiento recibido.
No siempre es posible saber de antemano qué ocurrirá; sin embargo, puedes preguntarle al equipo médico qué probabilidades hay en tu caso para prepararte para ello. Generalmente el cabello vuelve a crecer, a veces incluso antes de que termine el tratamiento. A menudo, la textura y el color del nuevo serán ligeramente diferentes.
Prevenir la caída del cabello
Algunos centros sanitarios ofrecen el enfriamiento del cuero cabelludo para prevenir la pérdida de cabello relacionada con la quimioterapia. Es más probable que funcione con algunos medicamentos y dosis de quimioterapia que con otros, y no todos los hospitales lo ofrecen. Si estás interesado, pregunta al equipo médico si hay disponibilidad, qué implica y si es adecuado para ti.
- Cortarse el cabello más corto disminuye su peso, ralentiza su caída y hace que se note menos si se cae. En función del tratamiento, es posible que no puedas prevenir su caída. Si solo lo vuelve más fino, aquí van algunos consejos para minimizar la pérdida:
- Usa champús suaves, cepillos suaves y ajustes de temperatura baja con el secador
- Duerme sobre una funda de almohada de satén para minimizar el enredo
- Evita el uso de color o tintes y la permanente
- Si decides teñirte, busca asesoramiento profesional. Explica que recibes tratamiento y realiza una prueba incluso si has usado el tinte antes, ya que tu cabello y cuero cabelludo pueden reaccionar de manera muy diferente a lo habitual.
- Evita los rulos, las tenacillas, las planchas o el uso de secadores en caliente
- Evita remedios no probados que prometan un crecimiento rápido o la prevención de la caída del cabello (siempre consulta con el equipo del hospital antes de usarlos).
Control de la caída del cabello
Por mucho que estés preparado, es probable que te angustie la caída del cabello, especialmente si aparecen mechones cada vez que lo cepillas o lavas. Si cortas o afeitas el pelo, controlas algo el proceso. Si lo tienes largo, quizás quieras considerar donar tu cabello a una organización para usarlo en pelucas o extensiones.
Cubre tu cabeza
El cabello protege el cuero cabelludo. Evita exponer la cabeza a la luz solar intensa porque está más sensible de lo habitual, sensibilidad que puede aumentar con ciertos medicamentos. Usa cremas de protección solar (verifica antes de usarla si recibes tratamiento en el cuero cabelludo) o cúbrete con pelucas, bufandas, pañuelos o gorros.
No perdemos más calor a través de la cabeza que otras partes del cuerpo. Sin embargo, si la dejas expuesta y el resto está envuelto, notarás frío más rápido y todavía más en un clima fresco. Un gorro o redecilla para abrigar es una buena idea.
Pelucas y otras alternativas
Muchas personas afrontan la pérdida y cambian su apariencia con una peluca. Incluso si no piensas usarla a diario, es reconfortante saber que la tienes para ocasiones especiales. Una boda, una fiesta o cuando no quieras dar explicaciones a quien no has visto desde hace tiempo.
Hay distintos tipos de pelucas (sintéticas, naturales…) y lugares donde adquirirlas (tiendas especializadas o organizaciones sociales especialiazadas. Consulta en el Centro Kālida y te explicaremos dónde encontrar gratuitas o debes pagar algo por ellas, según el lugar donde vivas. Si planeas usar una, visita un distribuidor antes de perder el cabello para encontrar una parecida a tu pelo natural. O elige una completamente diferente. La misma tienda o tu peluquero también sabrán aconsejarte sobre el peinado y cuidado.
Si prefieres no usar pelucas o simplemente quieres alternar con otras opciones, ten cerca sombreros, pañuelos, bufandas y turbantes.
Cuidar el cabello mientras vuelve a crecer
Cuando el cabello vuelve a crecer suele tener un tono y una textura diferentes y puede ser más rizado o más liso que antes, por los niveles más bajos de proteínas. Habitualmente es temporal: con el tiempo la mayoría recupera el color y textura habitual.
Los cambios en los niveles de proteína en el cabello afectan la absorción del tinte y el cuero cabelludo también está más sensible, incluso si lo habías usado antes. Es recomendable no dar color, teñir ni realizar la permanente durante los seis meses posteriores al tratamiento. Busca consejo profesional antes de hacerlo.
Tu nuevo cabello será delicado, así que para protegerlo mientras crece, cepíllate suavemente y si usas secador, a baja temperatura.
Controlar las emociones
La alopecia es una señal muy visible del cáncer. Se trata de una experiencia profundamente personal y perturbadora para la mayoría. Es posible que sientas que pierdes la identidad cuando ocurra y, en consecuencia, estés más vulnerable.
Habla con tu equipo médico o ven a Kālida. Organizamos talleres con personas que se enfrentan a la alopecia para compartir experiencias y aprender formas prácticas y emocionales de controlar la caída del cabello. En nuestros talleres de estética oncológica damos consejos de belleza, cuidado de la piel y las mucosas para ganar confianza y mejorar la imagen corporal durante o poco después del tratamiento contra el cáncer.
CONTACTA CON NOSOTROS
En la Fundación contra el Cáncer Kālida estamos aquí para acompañarte, tanto si te han diagnosticado un cáncer, si esperas resultados, has sufrido una recaída, estás en tratamiento o eres familiar de una persona con cáncer.
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Rocío, 36 años. Cuidadora.
“Kālida m’ha ajudat sobretot a la gestió de l’estrès i de la incertesa, m’han donat molts recursos”
Pilar, 66 años. Cuidadora.
“Compartir preocupaciones con personas que estaban pasando por la misma situación fue muy gratificante”.